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Monday, April 20, 2015

-reflexiones de una mente confundida, que se va aclarando-

“Piérdete en mí y quizá te encuentres”

 Una frase de un grafiti, en una de las calles de mi ciudad, la cual hace años frecuentaba mucho y en estos últimos días ha estado dando vueltas en mi cabeza. Debo confesar que aunque la frase siempre sonó muy linda jamás la entendí del todo, retuitié la frase, le di like a cada persona que en instagram colocaba la foto del grafiti, la miraba y me parecía súper profunda pero dentro de mí lo único que podía preguntarme era ¿cómo carajo perdiéndome en otra persona voy a lograr encontrarme? estaría  perdida por amor a Jesús… pero bueno, algo de poeta siempre he tenido y dejaba de darle vueltas a la frase porque la poesía es así, sin sentido.

La verdad, ahora, cuatro – cinco años después creo que para el momento, simplemente nunca me había perdido (tanto) en alguien como para lograr encontrarme, Eso y que estaba viendo la frase desde un punto bastante literal, pero para la poca sorpresa del Sheldon interno que hay en mí, terminé perdida. Entonces me pregunto ¿Hasta qué punto debemos perdernos en otras personas para encontrarnos? sí lo sé,  esto suena a una pregunta de TDC (teoría del conocimiento) en pleno quinto año y apunto del BI (bachillerato internacional), amigos vueltos locos, Angélica pidiéndome asesorías con los ensayos  y yo colocándole hasta qué punto a toda pregunta para que sonara un poco más TOK (las siglas en ingles de TDC), pero lo cierto es que hoy, dos años después, mirando la frase y mi pregunta con lenguaje tokiano y más dentro de mí me doy cuenta que sí, que a veces nos hace falta (me hizo falta) perdernos hasta un punto muy hondo en alguien/algo más para poder encontrarnos, es ahí cuando recuerdo la siguiente cita de Cortázar, que también se pasea por mi cabeza cada tres veces por semana aproximadamente, “Siempre fuiste mi espejo, quiero decir que para verme tenía que mirarte.” Sí, la frase es bella, a su manera, pero a mí hasta hace poco solo me generaba rabia, y es que me daba tanta rabia tener que mirarlo y verme… aunque quise desviar la mirada muchas veces, sus acciones no me dejaban porque me mostraban todo lo que yo odiaba de mí.

Es irónico, como a veces las acciones de otra persona pueden mostrarnos tanto de nosotros mismos, de lo que hay dentro. Él fue mi espejo y uno que ni queriendo no mirarme, me dejaba de reflejar en él. Y ahí, diciéndole esta frase con rabia a un aproximado de siete mensajes por segundo, en plena pelea por Whatsapp, por fin entendí la frase, (todos los likes y rt comenzaron a tener sentido) y sí, perdiéndome en alguien más me había encontrado, por el simple y llano hecho de que me había mostrado que estaba perdida, me había ayudado a dar el primer paso, el “hey que estoy haciendo, no quiero ser esta persona” y justo ahí, en frente de mí, en esa pelea de doscientos mensajes sin leer en solo 10 minutos, o en la conversación con mi mejor amiga diciéndole todo lo que el tipo no era, ahí estaba yo y todo lo que me molestaba de mí. En eso que hacía llamar él aun cuando quería desviar la mirada para no ver-/le/me

Había estado demasiado perdida sin darme cuenta, me perdí en el camino, me alejé de mis luces, mis metas, mi rumbo e incluso juraba que me estaba entregando de pies a cabeza a alguien cuando yo ni siquiera me tenía. ¿Loco, no?  Y fue ahí cuando se vinieron los golpes y después de “él no se merece a alguien como yo, yo soy demasiada mujer para él” “es un desgraciado y me jodió la vida” o “es que yo no soy suficiente para él”, “todo lo que pasa es mi culpa”, “la felicidad no está hecha para mí” y un sinfín de frases que hasta hace dos meses eran mi pan de cada día (cualquiera de las dos facetas) me di cuenta que era yo, que la respuesta siempre había estado en mí y que todo el piérdete en mí, o el eres mi espejo, apuntaba siempre a lo mismo, que las noches en vela, los días llorando, el respectivo stalkeo y las diferentes frases, todas me llevaban a abril, que sí, que quizá no lo vi antes porque aparte del pensamiento sumamente literal, la inocencia que en parte aún conservo y cualquier otra cosa por la cual en el momento no pude comprender tantas frases iban a cobrar sentido en tal esperado abril y me quedé como Alex Ubago, guardando solo lo mágico que nació en abril. Aquí es donde mis pensamientos se atropellan por tener sentido, están luchando por ordenarse, y que aunque este post no tenga mucho sentido, me lo debo a mi misma.

Y es que estuve tanto tiempo sumida en la idea de que los problemas eran de alguien más y por eso alguien más debía resolverlos, simplemente porque dentro de mi había tanto ruido, tantas voces internas que no quise escuchar sino acallar que sinceramente me daba miedo escucharlas, me daba miedo encontrarme con algo que no pudiera lidiar… pero no fue así, no fue el fin del mundo, aquí estoy escribiendo esto. Lo que quiero decir con esto es que en ocasiones estamos tan preocupados echándole la culpa a alguien más y criticando al tercero que no vemos que somos nosotros mismos los que nos dolemos, lo que nos molesta, por qué, porque aceptar eso sería aceptar que la mentira se nos vino abajo y que la excusa no nos sirve, que todo el montón de miedo que tenemos sin resolver hay que resolverlo, que nosotros y solo nosotros, somos la respuesta. Y puedes como yo perderte cuatro años en alguien más hasta llegar más abajo del océano pacifico, más allá de donde se encuentra el petróleo y encontrarte o ser sabio y cuando te moleste algo de alguien corregirlo en ti mismo (para esto se necesitan suficientes golpes antes).

Yo era de las que pensaba que no tenía que poner la mano en la hornilla para saber que no debía tocar lo caliente o que me iba a quemar y vivía con el pensamiento de que sí podíamos aprender de las experiencias de terceros, sino para qué nos iban a servir los libros de historia, sin embargo, desde que tengo uso de razón mi mamá utilizaba las siguientes frases: “qué veo en ti que se parece a mí”, “cada quien juzga por su condición” y “cada quien es el reflejo de mis pensamientos” debo haber escuchado esta frase por lo menos 265 días del año desde que tengo seis aproximadamente y jamás hasta estos meses logré aplicarlas en mi vida, entonces sí… tuve que poner la mano en la hornilla para aprender que el fuego quema.


Pasé los últimos años con demasiado sin resolver, demasiado equipaje por decirlo así y queriendo que alguien más, ese… ustedes saben “The One”; porque para colmo sin importar si tenía 12 o 19, el tipo ya tenía la etiqueta de que era el nombre de mi vida, con quien me iba a casar, a tener mi casa con jardín y los hijos de max (mi perro) y obviamente mis tres niñitas, que hasta nombre tienen solo les falta el apellido y bueno la mitad del ADN; viniera a resolver todos mis problemas y no estoy hablando simplemente del apellido y la mitad del ADN de Sabrina, Julieta y Elizabeth, no, sino también de todas mis inseguridades, mis daddys issues, mis miedos, mis creencias de novela y demás y no vale… la cosa definitivamente no fue así, porque no es así, no debe ser así y no le corresponde a nadie más que a uno mismo resolver sus vainas, así que saquémonos de una el mojón mental. Claro que es chévere que Pedro (por ponerle un nombre) no sea un Don Juan y tenga una lista de a cuantas me cojo en un año y entre esa estés tú de repitiente todos los años que creíste estuviste con él. Pero de todo lo demás el compararse con las amigas, los celos absurdos, el que no puedan ni dormir porque ya hay otro, no es parte de Pedro resolverlo, nos toca a nosotros, porque nuestras son las inseguridades, no de pedro… porque nadie más va a resolver tus rollos por ti y es que ni que Dios mismo baje, si tu no quieres, ni aceptas, ni con toda la ayuda vas a salir de ahí, y bueno así fue, a mí Dios me pudo haber bajado, llegaron más de mil príncipes de todos los colores y no pude ver las cosas diferentes porque yo misma no quise hacerlo. Así que espero que este post le pueda servir a alguien que esté en esa misma conversación de siete mensajes por segundo sin darse cuenta que nuestra respuesta somos nosotros mismos y sino le sirve a nadie por lo menos me sirve a mí, como el reminder de que estoy más cerca de lo que pude haberlo estado porque por lo menos estoy dando el primer paso. 

Supongo que ahora cuando me digan, no eres tú soy yo, lo entenderé y no me molestaré tanto, porque verdaderamente era yo y no él, y en su caso era él y no yo, y así vamos... 


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