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Thursday, February 12, 2015

-contigo-

Era sábado por la tarde y después de aquella llamada tuve que salir a despejar mi mente, la sensación de tener todo lo que había querido en una sola pregunta fue impresionante, jamás pensé que costaría tanto, jamás pensé que me arrepentiría, nunca entendí por qué debía tener cuidado con lo que deseaba, hoy lo entiendo.

Salí a caminar pensando que de ahora en adelante me comería el mundo, imaginé festividades a tu lado, cenas familiares, la casa, los hijos, el Golden Retriever en nuestro jardín e incluso tus alergias, sí, fue precipitado lo sé, y es que nunca te enteraste que yo había imaginado aquello desde que tu mirada cruzó la mía por primera vez. Aquella carta dolió tanto que jamás pude volver a leerla, la guarde en esa carpeta donde están todos los recuerdos que por alguna razón olvido y al volverlos a encontrar dibujan en mí una sonrisa.

Siempre supe que los kilómetros no significaban nada, que la distancia la poníamos nosotros y que hacer estragos de nuestras vidas por distancia dependía simplemente de besarte con los ojos abiertos, de decirte te amo sin la mano en el corazón, de llamarte mío cuando eras de otra, de llamarme tuya cuando así jamás lo sentiste,  lo sé porque lo hice, y lo he comprobado tal vez en unos besos. Quisiera pensar que desvarío, que esta distancia es parte de mi locura y que nuestro amor ante mi respuesta no se volvió inerte.

Después de años descubriste como el primer buenos días fue el sello de mi muerte, you had me at hello de repente no sonaba tan estúpido, y como todas aquellas bromas hoy empiezan a tener sentido. Pero jamás dije que dejé ir aquel tren por ti, que la persona a quien me senté a esperar en el muelle eras tú y que a quien he observado todos estos años con la ilusión de dejar de ser una espectadora, tiene tu nombre.

Maracaibo resulta un lugar muy caliente, y juro que jamás he tocado la nieve, pero supongo que el frío que se siente, es el mismo que entre febreros he sentido a tu lado. Suena una canción de Fito Páez que también había decidido olvidar, porque me recuerda todo lo que hoy somos y a una amiga que tal vez lamento haber perdido. Y entre eso me di cuenta que no quiero amores planeados y no quiero inviernos de febrero en el lugar más cálido del mundo, y sí, estoy hablando de tus brazos.


Y caí en cuenta que no fueron las flores, la carta, el trece de enero, el veinte de enero o el veintiuno de junio, sí, tampoco fue ni el dos de febrero ni el cuatro, aunque lo admito, me encantaría pensar que era el mes. Simplemente a veces nos toca entender que no hay más obstáculo que el miedo entre nosotros y más distancia que el no querer estar.