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Sunday, January 26, 2014

-au revoir-

Llevo tiempo perdida entre los días, pareciesen ser todos domingos de esperanza y lunes veintisiete, vienen cargados de un no sé qué con alegría, para después despertarme de aquel lindo sueño con una pesadilla que comienza a ser mi realidad, la realidad de que ese no sé qué que tanto me gusta sentir, que tan feliz me hizo en algún momento, comienza a desvanecerse, comienza a perderse, comienza a mostrarme que ya no es para mí y estoy tan casada de pretender que lo es.

Entonces este jueves me paré de aquel muelle y dejé de esperar por aquel anciano que traería el brillo devuelta a mis ojos; dejé de esperar por aquel amigo a quien tanto amo, tanto amé; dejé de esperar por aquel viernes que dijiste que era nuestro y trasladé el domingo de recuerdos a un sábado lleno de nostalgia, melancolía y despedidas. Despedidas que no tienen fecha de vencimiento, despedidas que se postergan, despedidas que tornan mi sábado eterno.

Y me encuentro fantaseando entre mis ganas de decirle que eras ese chico de las manos grandes; firmes; sólidas, de aquellos abrazos seguros y una mirada profunda, quería hacerlo... tengo tantas ganas. Quería decirle que eras él de aquellas pupilas dilatadas, ya sabes, la mirada feliz. Porque me cansé de ver aquellos ojos que tanto amé con aires de tristeza, cabizbajos, vacíos. Tengo aún el desespero por contarle que esos ojos que hace nada pusieron en blanco mi mente e hicieron desvariar a mis palabras -hasta el punto de salir corriendo- albergan felicidad y cobijo, tenía el desespero de contarle eso, porque a mi manera quería hacerlo, quería/quiero hacerle feliz. Verlo feliz, hacerlo mejor. Porque estoy cansada y tengo miedo; porque me duele el pecho y mis lágrimas corren al decir que últimamente se ha convertido en ojos tristes, miradas vacías, desplantes, ausencias todo el tiempo, autor de vacíos, sobre todo de este tan grande, de aquellas grandes decepciones y tristezas. Considero me esforcé por mantenerte durante un tiempo alejado de tantos adjetivos malos, aunque la gente lo dijera, no importaba, yo siempre iba a adjetivarte como algo bueno, como alguien bueno. Quería decirlo porque quería creerlo, mantengo la esperanza de poder algún día verbalizar mis palabras, poder crear un cambio en él, pero no pude... no puedo. Y para qué he de intentar si siento que ya he fallado, que no podré.

Y poco a poco te convertiste en mi veintiséis y nuestra verdad me tumbó cual lunes, siento que solo conoces la verdadera decepción cuando has visto los ojos de la esperanza, yo la había visto tantas veces, contigo, en ti. Quería convertirme en las razones de sonrisas, en un -por ella soy mejor- en las manos confiables, la mirada retadora pero segura, en aquellos brazos que te daban paz... en cambio me encontré ahí, frente a un papel y millones de ideas, peleando con las palabras que según yo te harían volver y estas que estoy escribiendo, las mismas que son para decir adiós. Quería decirle tantas cosas pero no puedo mentirle, no a ella, no a mí. Entonces terminé siendo todo lo indicado en la persona incorrecta para ti y terminaste siendo todo lo erróneo en la persona que quería, terminaste convirtiéndote con tus imperfecciones en la pizca de variedad que quería en mi vida. Aunque no sé bien si la necesitaba, si la he de necesitar.

Ahora más que perdida en los días me quedé atascada en ese lunes a la una de la mañana, en la transición entre domingo y lunes; necesito salir; salir corriendo si es posible porque no puedo más con la esperanza de aquel domingo que hace que cada tanto, el lunes desgarrador me golpee. No puedo con el fracaso que estoy siendo en mi intento de cambiar la forma en la que miras, en la que vives, por una más feliz, por alguien mejor. Y aunque no sé si lo mejor será decir adiós, salir corriendo... necesito huir, porque necesito que sea martes y no estás haciendo eso para mí. Me estás atando justo en la línea entre los recuerdos y el adiós.

Entonces por el momento decidí dejarlo así, decidí dejar de escribir cosas tristes, dejarte de escribir y en vez de mentir sobre lo que eres, contar lo que fuiste, lo que eras. Aquella historia de aquel niño que me cambió la vida con unas manos un tanto provocadoras, unos brazos que me hicieron pertenecer y una mirada intrigante, puedo contar como no quise dejarte ir, como fuiste esa persona a la cual me aferraba en cada abrazo, la cual no quise soltar jamás; esa que no recitaba poemas pero que sus palabras de alguna forma lograban sacarme de sitio, volverme loca. Pero no me pidas que me quede, porque no has de cambiar y para mi sigue siendo domingo, cuando en realidad es lunes, puesto que es de madrugada, comienzo a desvariar y yo solo quiero volver al sábado, pero el día siguiente no es sábado, es martes... y de alguna forma yo necesito salir corriendo. 


Wednesday, January 22, 2014

-How do you say goodbye to someone you can't imagine living without?-

Hace varios jueves que lo espero; hace ya algún tiempo estas palabras se han armado en mi cabeza. Era un domingo, ya sabes, uno de esos, de recuerdos, estoy cansada y esas palabras que llevan tiempo en mí se han plantado cual discurso en mi mente, últimamente lo había ensayado tanto. 

Domingo de recuerdos, y estos me invaden desde que abro los ojos y me acompañan hasta que vuelvo a la cama, no has llegado, y las palabras siguen merodeando por mi mente, son precisas, son cortantes, son sinceras, son verdades. Me miro en el espejo e intento poner mi mejor sonrisa puesto que me convenzo de que será la última vez que vas a verle. Estaba tan lista para abandonarle, sí, a él y a tantas cosas aquel domingo, a tantos recuerdos que acompañarían a los domingos siguientes.  

Estaba lista, él no había llegado, un raro nerviosismo recorría mi cuerpo y al encontrarme con sus ojos, esos que ya casi no puedo mirar -no se siente bien-, mi mente se paraliza, se queda muda, se queda en blanco. He olvidado las palabras y al verte me doy cuenta de mis miedos, del temor, de lo aterrada que estoy de perderte, de dejarte ir. Al verte hago certeza mis dudas, no te quiero dejar ir. Caminamos, me doy cuenta, ya tu presencia no me llena y es que estamos tan contaminados, tan llenos del ayer, siento que un futuro con tu presencia depara lágrimas sin embargo en tus brazos me doy cuenta que creo que pertenezco a ese lugar o por lo menos es ahí donde quiero estar, en tus brazos me doy cuenta que no quiero decir adiós, no quiero dejarte ir. 

Ha llegado el momento y mis palabras se volvieron cobardes o incluso indignas; ya no son suficientes, pero tampoco yo lo soy, ya no. He perdido mis palabras, no las encuentro, creo que ellas como yo tienen tanto miedo de decirte adiós, no están listas, no parecen estarlo. Mis lágrimas por el contrario, no esperan palabras, no piden permiso, derraman la decepción causada, es domingo y las lágrimas de hoy, son las mismas de ayer mas con un sabor a miedo añadido. Me doy cuenta que tengo un discurso guardado que no quiero decir y una persona importante (al menos para mí) a la cual no quiero dejar. También me doy cuenta la paradoja que significamos, la que se nos presenta entre palabras cortantes y lágrimas descarriadas; entre abrazos llenos de calma y una presencia con voz vacía. 

Es momento de decir adiós, está de más decir que no quiero, saco fuerzas de donde no tengo; me miento diciéndome que es lo que quiero y digo adiós. Hoy es lunes y es nuestro, es lunes y sigo escribiendo para ti, pero me doy cuenta que no soy tan fuerte, que no puedo seguir, no puedo con lo que se viene, que tus palabras no me llenan y tus acciones me hacen daño. Es lunes y me doy cuenta que solo estamos postergando la costumbre, que todo lo que nos hacemos es daño y ahora que no te tengo empiezo a pensar que cuando estabas aquí era feliz, ahora que te voy perdiendo empiezo a entender que en realidad nunca te tuve, que no volverás a mí.

Monday, January 6, 2014

-esperando un viernes que nunca llegó y nunca llegará-

Es jueves y llueve, prometiste estar aquí mañana, prometiste que los viernes siempre serían nuestros... y aquí me encuentro. Algún anciano si mal no recuerdo llegó a mencionar que mi mirada ya no tiene brillo y que mi sonrisa se ha vuelto tan forzada, fingida. Me pregunto cuántos viernes llevo aquí, esperando, -esperándote-; esperando que cumplas tu promesa; esperando ver esos ojos llenos de brillo, tengo la esperanza de que quizá el brillo de tus ojos llegue a devolverle el brillo a mi vida, creo tener un vago recuerdo de cuando las cosas eran diferentes; cuando era yo quien intentaba ponerle color a tu vida; ser el rojo en tus pinturas; crear un amor azul, sabes cuánto odié nuestro púrpura. 

Me siento frente al muelle, ese al que le temías; ese al que he vuelto porque me recordaba a ti; ese que creó en ti tantas inseguridades ¿lo recuerdas? Aquel que te provocaba un desasosiego incontrolable, tal vez sea un poco vano de mi parte, pero aquí me sentía tan grande e importante para ti, me sentí tu salvavidas; dependías de mí como si se te fuese la vida en ello; tratando de salvar algo tan importante; tratando de superar juntos nuestros miedos, jamás mencioné el mío, pero traerte aquí me ayudaba un poco a enfrentar el miedo a perderte, qué ilusa fui, tratando de enfrentar tu partida junto a ti. He vuelto porque quizá entre tanta intranquilidad vuelva a encontrarte, vuelva a encontrarnos y repito esa canción en el fondo de mi mente, esa que tanto te gustaba, no sé bien si es porque está asociada a ti pero me parece oírle en todas partes, parezco encontrarte en todos lados, estoy demente lo sé, no sales de mi mente y esa canción me persigue dondequiera que vaya, se ha vuelto la alarma de mis mañanas; el desvelo de mis noches; la melodía de mi mente; la voz de mi conciencia y hasta el cantar de las aves, las mismas que nunca escuchaba y ahora se posan en mi ventana solo para hablarme de ti.

Juntos el mundo parecía reír, contigo sentía que volaba y a veces la idea de perderte llegaba a mí y lograba cambiar mi día; controlarme; enloquecerme. Recuerdo haber corrido y buscar algún lugar donde refugiarme, creí que quizá encerrada en algún lado pudiera huir de esa idea, jamás quise enfrentarla, incluso enfrentándola no me siento preparada para ella. Luchaba por mantener esa idea alejada, apartada, excluida, ahora ella sale todos los días a relucir con un dolor impresionante, casi palpable podría decirse. Aun estando contigo esta idea salía a flote, aun cuando eran tus brazos los que me acompañaban, espero que ahora lo entiendas, mis ganas de abrazarte fuerte, de no soltarte nunca, yo solo quería crear suficientes recuerdos, yo solo quería tener suficiente de ti, me convenció rotundamente la idea de que el cariño para llevar sería lo correcto –para llevar- ese para llevar que ahora me atormenta, pensé que si tenía suficiente de ti en un momento el día que no pudiera escucharte jamás llegaría a olvidar tu voz. 

Qué tonta fui, hoy me doy cuenta, cavé mi propia tumba, hoy me doy cuenta, no sé si me arrepienta. Ahora lo entiendo, no es lo mismo. No sentir nada fue la gloria, sentir vacío es solo un invierno sin abrigo y prolongado, sentir que me falta algo, que me faltas tú, pero no me miento, tú quizá no lo sientes, tú quizá no puedes verlo. Cariño para llevar, lo pienso y me río irónicamente, cariño para llorar debió llamarse.

No sé cómo escapar de tu recuerdo, sigo huyendo y corriendo y corriendo y corriendo y adivina qué, termino en él, en ese muelle que me recuerda a ti; ese jueves que espera al viernes porque quiere que vuelvas, porque te necesito; ese poema que está guardando, aun después de haber sido quemado está guardando en el rincón de mi mente que piensa en ti, que guarda tus recuerdos, tus detalles, que guarda el olor de tu cabello, que sigue sosteniendo tu mirada. Prometiste que eran nuestros y no sé cuánto tiempo ha pasado, pero sigo creyendo desesperadamente porque necesito tener algo en que creer, porque dentro de mí necesito seguir creyéndote, porque aun cuando tus palabras nunca me dieron sosiego porque pocas veces se convirtieron en acciones, necesito seguir teniendo algo que me hable de ti. 

Friday, January 3, 2014

-palabras descarriadas-

Pasé tanto tiempo midiendo mis palabras para que fueran dignas para ti, pensando en no decir demasiado, no mostrar demasiado para poder llegar a ti, medir cada una de ellas porque no quería describirte de manera errónea, no quería herirte demasiado con mi impresión de ti, quería que tú notaras que para mí… para mí eras perfecto.  Pero ahora solo tengo estas ganas de llorar que permanecen conmigo y me abruman cuando estoy sola, ese nudo en la garganta que es solo un cúmulo de palabras y emociones que intenté callar y no puedo seguir midiendo las palabras, porque no importa si son dignas o hirientes, ellas nunca, van a llegar a ti, hasta ahora no lo han hecho.


Entonces qué tal si en vez de callarme y sentir te empiezo a hablar con sentimiento, empiezo a hablarte sin puntos, sin medidas, sin medir palabras, ya que ellas no tendrán reacción alguna en ti. Qué tal si coloco la honestidad en la punta de mis dedos y la sinceridad en la tinta de aquel bolígrafo con el que escribo  cada uno de los poemas y las cartas que van dirigidas a ti, que te pertenece ¿Lo ves? La carencia de puntos, es porque mis palabras se están atropellando en el intento por salir, palabras que tienen miedo de que no haya una próxima vez, palabras que tienen miedo de ser censuradas por tu voz, por tus palabras, pero qué tontas palabras, aun buscando hacerte sentir, aun buscando explicarte, palabras que si no las escuchas quieren gritarte, gritarte cosas hirientes para poder alejarse, palabras que están heridas porque no las tomas en cuenta, porque no les das la atención debida (las que ellas creen que deberían merecer), palabras envidiosas de las tuyas que no tienen medida que solo salen de tus labios para crear heridas para formar más palabras que a alguien hieren pero que no tienen escape, que para ellas no hay salida. Mis palabras que solo buscan si bien las ames o las odies, mis palabras que quieren ser medidas extremistas porque mis sentimientos gritan. Mis palabras que ya solo saben escupir sobre tu nombre, mis palabras dolidas que solo quieren demandar tu partida.