Era sábado por la tarde y después
de aquella llamada tuve que salir a despejar mi mente, la sensación de tener
todo lo que había querido en una sola pregunta fue impresionante, jamás pensé
que costaría tanto, jamás pensé que me arrepentiría, nunca entendí por qué
debía tener cuidado con lo que deseaba, hoy lo entiendo.
Salí a caminar pensando que de
ahora en adelante me comería el mundo, imaginé festividades a tu lado, cenas
familiares, la casa, los hijos, el Golden Retriever en nuestro jardín e incluso
tus alergias, sí, fue precipitado lo sé, y es que nunca te enteraste que yo
había imaginado aquello desde que tu mirada cruzó la mía por primera vez.
Aquella carta dolió tanto que jamás pude volver a leerla, la guarde en esa
carpeta donde están todos los recuerdos que por alguna razón olvido y al
volverlos a encontrar dibujan en mí una sonrisa.
Siempre supe que los kilómetros no
significaban nada, que la distancia la poníamos nosotros y que hacer estragos
de nuestras vidas por distancia dependía simplemente de besarte con los ojos
abiertos, de decirte te amo sin la mano en el corazón, de llamarte mío cuando
eras de otra, de llamarme tuya cuando así jamás lo sentiste, lo sé porque lo hice, y lo he comprobado tal
vez en unos besos. Quisiera pensar que desvarío, que esta distancia es parte de
mi locura y que nuestro amor ante mi respuesta no se volvió inerte.
Después de años descubriste como el
primer buenos días fue el sello de mi muerte, you had me at hello de repente no
sonaba tan estúpido, y como todas aquellas bromas hoy empiezan a tener sentido.
Pero jamás dije que dejé ir aquel tren por ti, que la persona a quien me senté
a esperar en el muelle eras tú y que a quien he observado todos estos años con
la ilusión de dejar de ser una espectadora, tiene tu nombre.
Maracaibo resulta un lugar muy
caliente, y juro que jamás he tocado la nieve, pero supongo que el frío que se
siente, es el mismo que entre febreros he sentido a tu lado. Suena una canción
de Fito Páez que también había decidido olvidar, porque me recuerda todo lo que
hoy somos y a una amiga que tal vez lamento haber perdido. Y entre eso me di
cuenta que no quiero amores planeados y no quiero inviernos de febrero en el
lugar más cálido del mundo, y sí, estoy hablando de tus brazos.
Y caí en cuenta que no fueron las
flores, la carta, el trece de enero, el veinte de enero o el veintiuno de
junio, sí, tampoco fue ni el dos de febrero ni el cuatro, aunque lo admito, me
encantaría pensar que era el mes. Simplemente a veces nos toca entender que no
hay más obstáculo que el miedo entre nosotros y más distancia que el no querer
estar.
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