Se
conocieron hace un par de años, ella demasiado chica para pensar en el amor, el
demasiado incrédulo como para creer encontrarlo en ella. Tiempo después la vida
decidió encontrarlos, ella demasiado necesitada de olvido y él con aquella
necesidad por otorgar.
Dos
años después esperando ese tren del sábado por la noche, ese que me va a
conceder el olvido que en algún momento tú fuiste capaz de entregarme, ese que
aún necesito, el mismo por el cual no quieres ni siquiera intentar. Espero mi
tren pacientemente con la firme decisión de dejarte, de irme, de concederte la omisión
de mi recuerdo, de hacernos feliz, pero te veo, creo que te imaginé, quizá
porque ya lo sabes, tengo miedo de partir, porque contigo estoy segura, contigo
fui feliz. Y aunque creo que te he
visto, o quizá como hace unos diez años, te he imaginado, me voy, me voy porque
me quedé cuando debí irme y ahora que debo quedarme y no puedo, me arrepiento
de no haberme ido, por eso me voy, porque entre tanta felicidad me cuesta
perdonarme el no hacerte feliz, más que no hacerte feliz el haber sido capaz de
hacerle tanto daño a alguien como tú.
Es
sábado primero de febrero y sabes porqué elegí este mes, llega el último tren, ese que parte a las
20:00 pero hace tantas paradas por si en alguna de esas lo pensaste bien y te
arrepentiste, que es la 1:00 y no he llegado aún a mi destino final. El tren va
quedando vacío, también mis palabras, escritas en este diario que si lo observo
bien son pocas las palabras que fueron escritas para ti. Lo siento, murmuré en
voz alta, estará bien, escuché que alguien respondió, decidí levantar la
mirada, porque pensé que ya estaba bueno de locuras, porque creí haber escuchado tu voz. Y
me encuentro con esas manos, esas que fueron capaces de crear las caricias más
perfectas, esas que tomaron las mías entre ellas como si nunca quisieran
dejarlas ir. Cierro los ojos fuertemente, los vuelvo a abrir y estás ahí, no sé
cómo pedirte que te vayas y no sé muy bien como decirte que quiero huir, huir
de nosotros, del daño que te he hecho, huir de ti, de mí.
El
tren sigue andando y solo somos los dos en él, son las 3:00 am y he llegado,
sin arrepentimientos pero contigo, dices las palabras que en cualquier otro
momento me hubiera encantado oír, ahora estas solo me hacen sentir más culpa,
solo hacen que las lágrimas corran por mis mejillas; encuentras el primer local
abierto, ese en la estación que es para comprar lo olvidado y necesario, esa tiendita
que siempre me distraía y que me hizo perder más de un tren, porque
aparentemente siempre hay algo necesario que olvido, a veces, en vez de
comprarlo, solo me siento a contemplarlo, imaginando como seria si lo hubiese traído
conmigo. Tulipanes, mis flores preferidas, parece una señal del destino, como
si una fuerza mayor los ubicara allí. Son lilas y son de paz, de olvido, pero
ya no puedo aceptarlos, ya no me gustan tanto, porque en mi intento por
olvidarte y hacerte feliz, estos solo me llevan de vuelta a las lágrimas, a mis
errores, lejos de ti.
Lo
siento murmuré, pero esta vez no escuché un estará bien, las lágrimas corrían
por mis mejillas, de una manera incontrolable y de repente mi respiración comenzó
a cortarse, el oxígeno comenzó a escasear, como tu perdón, como nuestro amor. Te
seguí hasta el final, escuché después de un tanto, me seguiste hasta el final
pensé, -me seguiste para dejarme ir- como es de costumbre, no lo dije, solo lo
pensé. Tus ojos miraban los míos, como
esperando una respuesta, no la encontraste, no me encontraste.
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