Es de noche, hace frío y las
inseguridades se han vuelto tajantes. Tus luces brillantes solo lograron nublar
mi vista por instantes, momentos quizá… Distanciarme, si se quiere, pero estas
no se llevan aquellos pensamientos que durante tanto tiempo te dedicaste a
sembrar. Vislumbro tu nombre por períodos y logro recordar aquellos labios
rojos que más que míos fueron siempre tuyos, y aquel deseo constante de posarse
en los de aquel -en ese entonces- igual,
deseo que ahora que puedo y no debo solo los mantiene inertes. Inertes a
la espera de tus besos para volver, volver a esbozar sonrisas, articular
palabras por su cuenta, en fin, volver a la vida.
Recuerdo también aquel día que
dije era nuestro, aquella fecha que por nombre lleva una canción y miles de
fantasía contenidas, que se perdieron en el camino y a veces puedes verlas
desoladas, como dejadas a la deriva. Escribo miles de cartas cuyo único destinatario
eres tú, esas que solo llevan tu nombre, fantasías y perdones. Por supuesto
estas cartas, al igual que los poemas donde te olvido, quedan inconclusas. No
por falta de imaginación o palabras sino más bien por escasez de realidad. Esa dónde
vienes y tras acciones terminas las cartas y lees mis poemas en voz alta, con
aquel orgullo característico del saber, de la certeza de que son escritos pensando
en ti, sí, son escritos con tu nombre en la punta de mi pluma, en la cúspide de
mi pensamiento.
Sigo viendo luces cegadoras, pero
más allá de las luces; cuya única función es distraer, ya que no iluminan ni tu
vida, ni la mía; veo una gran oscuridad que me acoge, que conozco, una
oscuridad que me hace sentir en casa. Tras la oscuridad -o con ella- llega tu
olor y el de tus perfumes, los cuales no me han abandonado en todo este tiempo,
que me acompañan desde el momento en el que abro los ojos y pienso en ti,
puesto a que te encargaste de sembrar inseguridades y recuerdos. Por esa
pequeña ventana, te observo y no me observo, ya no estoy ahí, tú no me ves pero
yo a ti sí, sigo observando camisas blancas con besos marcados y lencería negra
en otra gente. Veo como sus perfumes se mezclan entre tus sábanas -donde mi perfume
jamás estuvo- tratando de llenar un vacío, de aplacar una llama, de saciar a
una persona insaciable. Hambrienta de duelo y soledad, pero solo ella puede
dárselo, te ha costado tanto entender que eres tú el único dueño de tu
felicidad, el encargado de encender aquella llama, esta que por tanto tiempo
has estado buscando.
Decido garabatear un poco más,
entre siluetas y fantasías atreverme por momentos a decir lo que en verdad
quiero. Finalmente se acerca el amanecer y la madrugada se ha vuelto tan fría.
Me alejo de aquella ventana, ahora tuya, y corro a mi cama. Sabes que me gusta
cerrar los ojos mientras aún hay oscuridad. Me meto en la cama y observo mi
diario y por hoy me permito apagar o apartar tus luces. Fantaseo y garabateo un
poco más, cierro el diario y mis ojos, aspiro por última vez aquel olor tan
peculiar que sé que solo te pertenece a ti. Me permito creer que eres tú,
enciendo mis luces que distraen a la tristeza y me tumbo decidida a olvidar.
1, 2, 3 - suena tu canción.
4, 5, 6 - alguien trajo tu olor…
7, 8, 9 - las inseguridades hablan de ti
-10- cerré los ojos y me permití olvidar que
alguna vez te quise aquí.
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