Recuerdo que corrías para llegar a verme y también como corrías al verme
llegar, que en el momento no me importa mojar el más lindo de mis vestidos con
tal de alcanzar tus brazos y que sonreías al escuchar mi nombre, por ende, mi
sonrisa llevaba el tuyo y a su vez mi cielo versaba en tu sonrisa.
Recuerdo aquel lugar al que iba cada domingo como excusa para
encontrarte, sabes, ese que después de aquella tarde de haber perdido mi tren (debo
confesar, a propósito) se convirtió en nuestro, recuerdo como fingía estar
cansada solo para sentarme a tu lado. Recuerdo mis tardes y recuerdo las tuyas
y aquellas llamadas de jueves a las cuatro y los chocolates de martes por la
noche. Aun después de tanto tiempo, lo recuerdo claro, como si hubiera sido
ayer.
Cogimos el mismo camino y a la vez distintos, porque sabíamos que de
cometer el mismo error y coger opuestos, la tierra es redonda y como siempre volveríamos
a encontrarnos, a la mitad tal vez. Entonces yo me quedé a medio camino en
aquella estación de tulipanes violetas y la pequeña tiendita, ¿la recuerdas? Esa
que en cada viaje nos retuvo porque tenía aquella foto en blanco y negro que
tanto te gustaba. Esta vez fui yo quien se quedó mirando y tú seguiste de largo
como si no te llamaran los recuerdos. A veces suelo volver allí y aquella mujer
de ojos claros que antes nos atendía al fin me ha revelado el secreto de
aquella foto que te gustaba tanto, sí, como lo sospechabas… éramos nosotros,
antes de conocernos, mirándonos como si nadie existiera, como sabiendo que algún
día solo nosotros existiríamos. Después de varios días de tu distancia ese fue
el único lugar donde logré encontrar esa mirada, lo cierto es que el bar de las
veintitrés no la tenía.
“Ahora que no sabes verme yo te miro, te miro y te observo, ahora que no
me ves yo te pienso y desde lejos siento que eres feliz, en ocasiones me
arrepiento de no haber tomado el camino opuesto para encontrarnos a mitad del
mismo y jugármela por ti, pienso que quizá a quien de verdad quise lo tuve
frente a mí, ahora que no quieres verme me di cuenta que en su momento, yo
tampoco te supe ver.” Escribí esa carta dudando, no sabía si enviarla porque
desde lejos tenía la satisfacción de que aun sabiéndote distante te ves como yo
siempre te he visto y te amas como solo tú sabes amarte.
Voy a casa por
las noches y al quitarme la camisa blanca y acostarme en mi cama me doy cuenta
que ella te extraña, incluso a veces en las almohadas encuentro tu olor y
pienso que tal vez nunca pueda olvidarte, aunque esté bien sabiendo que eres
feliz, cierro los ojos e imagino que no te perdí, que seguiste mi camino tomándome
de la mano, que no hizo falta las excusas, el tren, ni el camino al revés, que
tu sonrisa sigue siendo mi cielo y tu mirada solo grita mi nombre y a veces
cuando en mi cama no te encuentro suelo correr a la estación y no estás tú. Me paro
frente al tren que te vio partir esperando que tal vez hoy te arrepientas y
vuelvas.
Hace unos días
después de correr dieciséis noches al mismo lugar y no encontrarte, decidí que
estaba loca y que me quedaría, esperando-te. Vi luces, vi recuerdos, vi
personabas que me llamaban, vi soledad, vi desasosiego, vi lágrimas pero
también vi amor, y entre un montón de gente al día veinte llegaste tú, con
calas rojas diciendo que eran para mí. Jamás había sido tan feliz como aquel
día.
Partimos juntos
y al despertar al día siguiente tu brazo seguía rodeándome, no era un sueño.
Han pasado los
días y ahora he vuelto a cantar, mi mirada es alegre y mi sonrisa, bueno, ella
ahora lleva mi nombre. Te observo y me alegro de poder verte tan grande como
siempre lo hice y sentirte tan firme como siempre lo has sido, en las mañanas
me miro al espejo y sonrío, con mis cabellos alborotados y la sonrisa algo
vaga, escribo la nota que abrirá tus mañanas, pensando lo increíble que es
estar a tu lado.
Miro a mi cama
antes de salir y estás tú, con los buenos días te entrego también el más dulce
de los abrazos y al esbozar media sonrisa me susurras “ más que verte como
siempre, yo te he visto, con tu cabello atolondrado y tus labios siempre rojos,
es mirarte en el espejo y descubrir que te amas como solo tú puedes amarte”
terminamos de sonreír y descubrí que no quería ir a ningún lado más que volver
a esa cama que hoy son tus brazos.
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