Quisiera que esto fuese una carta de amor de esas que no existían tanto pero que no eran inexistentes. Esas tras cada madrugada en mi alcoba o que en febrero tras el si que se encargó de destruir mi vida se hicieron bastante recurrentes, esas donde te hablaba de la fe, la religión de tu mirada, lo mucho que creía en tus abrazos y como las constelaciones fácilmente podrían llevar tu nombre porque así yo jamás me perdería. Y es que te amé hasta donde la sinceridad de mis palabras, mi idioma, me permitió amarte y créeme que estas quisieron llegar muy lejos.
Miro esas cartas y más de la mitad de mis poemas con la mirada de un perro al que se le da la orden que no entiende y el sentimiento de un niño el cual su padre se fue de casa y esta vez ya no volverá. Y me pregunto si alguna vez volveré a escribir con tanto sentimiento, tanta fe, si alguna vez llegaré ser esa persona de nuevo. Hasta donde se permitirán llegar mis palabras si ya en este poema lo que buscan es frenarse. Con los frenos de los párrafos inconexos y el sentimiento de una niña perdida que se quedó en aquella estación esperando al "amor de su vida", que prometió buscaría unas rosas y volvía pero aquello solo era una mentira mas. Debí saberlo, las rosas ni siquiera son el tipo de flores que me gustan. Tú más que nadie lo sabías cuando aquella rosa rosa significaba despedida. Tal vez fui demasiado ingenua.
Mi ingenuidad se convirtió en abismo y aquel abismo creo una bahía, porque no podía permitirse que aquella niña siguiera esperando contemplando el aroma de una flor que se moría, tras el susurro de un te amo respaldado por mentiras. Aquella bahía nos robó la inocencia y la distorsión verdad-mentira sigue tratando de colarse en su corazón. En su mente... ahí ya es muy tarde, ya lo ha hecho, fue bastante fácil, debo confesar que una vez que el amor se demuestra falso, dejar de creer en el mundo se vuelve pan comido.
Supongo que el Pacífico se quedará pequeño y que eventualmente el niño crecerá y entenderá porque papá no vuelve. Que la marea no siempre es alta y que en algún punto aprenderé a disfrutar las olas o simplemente a saltarlas. Supongo que en algún momento (y espero en esta vida) leeré este poema y me reiré de lo inconexo y sabré que no me siento más así.
Y es que todo pasa o eso dicen.
Sé que mi risa no está perdida para siempre que volveré a cantar sin pensar en ti y que en algún punto mis poemas tendrán de nuevo sentido e incluso existirán cartas de amor, constelaciones con diversos nombres y de esos poemas que decías que ya no hacía y que por ti intente tantas veces. Tal vez algún día, los mismos se escriban solos. Pero mientras tanto toca dejar que la distancia se marque, que el niño se tome su tiempo para asimilar lo que pasó y que la realidad no golpee tan fuerte. Mientras tanto encontrémosle lo bello así sea al color del mar mientras aprendemos como nadar sobre las olas de tanta realidad.
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