Pasan las noches en la soledad de
mi compañía y los recuerdos de un pasado no tan lejano se hacen presentes para
recordarme que es momento de pensar, de recordar, de decidir quizá. Últimamente
el mundo se detiene a tu lado y las luces de aquella ciudad que en algún
momento fue desconocida vienen a mi mente, y con ellas tu recuerdo y con él, el
tormentoso presente que nos trae solo despedidas e imposibles. Cuando por fin
logro huir de tu encanto corro a mi cuarto apresurada sin mirar atrás, no
quiero tropezarme con la tentación de tu recuerdo, y en la intimidad de mi cama
a veces temo que sea demasiado tarde.
De nuevo vuelvo a ser aquella
niña pequeña en la oscuridad de su soledad y sus miedos, con la certeza de que
es demasiado tarde para corregir el error de su existencia, y a medida que
crecemos los errores de la existencia se van haciendo más grandes y ahí estás
tú y de nuevo, aquí estoy yo. Sintiendo que es demasiado tarde para ver las
estrellas en tus ojos cada vez que escuchas mi risa, el rubor en tus mejillas
cuando te miro diciendo que eres tú e incluso tarde para pedir perdón por todas
las lágrimas en el camino que no fueron de felicidad. Y justo en ese preciso
momento sé que la culpa no me abandona, no hoy.
¿Qué hacemos cuando es demasiado
tarde para el amor escondido que nos hemos encargado de resguardar? Cuando solo
me quedan los besos en aquella ciudad tan fría que a tu lado era lo más
parecido a un hogar. ¿Qué hacemos con las miradas recelosas de mis encuentros
con alguien más? ¿Qué hago con la desolación de ver tus labios en los labios de
cualquiera otra menos yo? Y dime qué hago con la electricidad que sienten mis brazos
al rozarte si saben que te mueres por en ellos descansar.
Mientras descubrimos que hacemos
el miedo recorre mi cuerpo y la pregunta incesante se aloja en mi cabeza ¿es
que acaso es demasiado tarde para amarte? ante el destiempo y lo prohibido de
este amor me quedo con los besos de aquella noche donde fui solamente yo y
aquellos ojos dulces y tristes que más adelante serían el sello de mi muerte,
me quedo con la culpa de no quererte antes o no saber cuándo quererte.
Me quedo con más de un te amo quemándose
en mi pecho y el deseo efervescente de
que no me faltes nunca, no tú. Me quedo contigo y a la vez sin ti, en lo más
triste de lo prohibido y la más profunda de mis fantasías, me quedo con todo lo
que somos sin ser, con el sabor del destiempo y la esperanza de un futuro
juntos, me quedo con el gusto amargo de olvidarte mientras aun me queda tiempo.
Así que mientras me quedo con
todo esto, también me quedo pensándote mientras no te pueda tener.