translate me

Sunday, May 17, 2015

-don pupilas dilatadas-

Una vez hablaste de aquella mujer cuya sonrisa podía alumbrar una habitación entera. Decías que entre todos sus miedos solía comportarse como una niña. Entre sonrisas, latidos y besos ella era feliz. Lo sabias tú, lo sabía él y así fue como lo supe yo. 

Escuché esta historia sabiendo que no debía creerla, pero aquella frase sonaba tan linda que era imposible no sonreír y ante aquella sonrisa tus pupilas se dilataron y yo… yo supe que hablabas de mí.

Mi cuarto está oscuro e intento abrir la ventana para que entre un poco de luz, es algo tarde lo sé. Intento sonreirle a la ventana a ver si todavía me funciona, pero entre tanta soledad parece imposible alumbrar este lugar y justo a las seis, donde todavía hay claridad y soy incapaz de verme descubrí que esta no es la clase de oscuridad que me da calma. 

Me tiendo en mi cama cansada de sonreírle a la ventana en vano y juego, juego a que me olvido de tu nombre mientras sueño que te encuentro. Tú en otra historia con tu vida ya hecha, con el perro que nunca llegamos a tener, alguien más de tu lado y por supuesto aquel diario escondido con fechas y miles de nombres. Sé que jamás estuve de primera en aquella lista, pero supongo no era importante cuando para mí habían tantas letras sobrantes. 

Abro los ojos y quisiera decir que lo logré, que te he olvidado, que ya no sueño contigo, que me olvidé de tu nombre, que este cuarto completamente oscuro no huele a ti y que la vela líquida que cada domingo en conmemoración nuestra enciendo no me trae los más dulces recuerdos de aquellos apasionados encuentros, los nuestros. Y sin querer… (Pero quizá queriendo) vuelvo, vuelvo a la nostalgia de hace cuarenta y un días cuando al parecer ese último beso guardada el primer adiós verdadero, donde por última vez fuiste mío, sí, mío, entre comillas, negrita y subrayado, como nunca lo fuiste y como de nadie lo has sido. Y entre tantas fechas recuerdo el veinte de enero y todos los poemas previos a tu encuentro… a veces creo que sigo en ese mismo lugar. 

Me han puesto a elegir entre no conservar nuestros recuerdos o dejar de un lado mis palabras, es difícil escoger entre lo que más se ama incluso cuando de a poco vamos odiándonos. 

Ya la música ha vuelto a mí, después de casi sesenta días donde ni siquiera había podido escucharla y es que todos sabemos que el veintisiete lleva años haciendo estragos en mi persona, sin embargo poco a poco me voy recuperando, o eso afirmo cada año donde a veces no recuerdo ni siquiera el sonido de su voz, aunque el frío de aquella madrugada sea incapaz de olvidar, todavía me acompaña. Mientras tanto me recuerdo que a tu pecho ya no vuelvo, que tu corazón ya no me hace falta al dormir (encontré otros latidos que me dan más seguridad) de rodillas no me encuentro y mucho menos preguntándome cuantas habrán pasado por ahí y cuantas más pasaran. 

No obstante aquí estoy, escribiéndonos, describiéndonos, escribiendo, escribiéndote, describiéndote… a ti, sí, a ti que me prometiste amaneceres llenos de estrellas porque siempre ha sido fácil prometer lo imposible; a ti que pintaste para siempre llenos de nosotros y entre tanta escasez no consigo nuevos lienzos, a ti que me llevaste al infierno tantas veces para mostrarme que la calma eran tus brazos, mi sosiego tu tranquilidad y mis llantos tus guerras, tus tormentos llenos de ira, tus demonios que sonreían de manera tentadora y eventualmente los aprendí a querer. A ti que fuiste el culpable de tantas sonrisas –verdaderas- cuando la oxitocina te proclamaba one and only.

Guardo una colección de poemas y cartas que por respeto y miedo jamás me he atrevido a publicar, esta no será una de esas, pues ya no tengo a quien guardar respeto… aquellas que hablan de lujuria extrema estoy segura llevaban tu nombre y esos que hablaban de amor, las mismas que decías no eran tan buenas, llevan el de alguien más. Ahora nos quedamos ahí, en una carpeta llamada pasado, con miles de cartas que jamás hablaron de amor. Ahí en la nostalgia del pasado que nunca fue bueno como para poder anhelarse. 

Tú que sabias de mi obsesión con estaciones y trenes me llevaste a la única estación donde de cada destino solo había un ticket y nosotros éramos dos. Busque un mapamundi y dándole vueltas deseando solo estar lejos de ti escogí mi ticket. Para nuestra sorpresa, diferentes trenes llegaban a la misma ciudad y nosotros terminamos en la misma… con la luz de una mirada que jamás reflejó amor porque las promesas fáciles de hacer eran imposibles. Y con esta carta, no formando parte de una colección con mención a no publicación, en la misma habitación, con los mismos recuerdos, las mismas rodillas llenas de marcas y la misma sonrisa que ahora cada día es más real, te voy arrancando de raíz, esperando que para el próximo no haya ningún respeto al escribir, porque en lo bueno corazón… en lo bueno ya no fallo.


Voy sonriendo y quizá la misma ciudad, donde aún te encuentras, se está alumbrando. 

No comments:

Post a Comment