Aquel día solo quise decir adiós
me voy porque no puedo soportarlo; porque las lágrimas se volvieron
demasiado pesadas y empezaron a agrietar mi corazón; porque dejé de excusarte y
comencé a conseguir día tras día razones para alejarme; porque entendí que era
mi turno de ser egoísta y dejar de pensar en ti; porque cuando pienso en ti
nunca pienso en mí; porque me has hecho más daño que mi Querido Alguien y ya no
se puede aguantar; porque sí es verdad, te necesito, pero necesito más de mí,
necesito más estar bien de lo que necesito esto, de lo que necesito de ti-a
ti-, porque será cuestión de enterrar recuerdos y drenar mi vida de ti, de
quitarte esa importancia que te había obsequiado, esa misma que nunca
perseguiste, la cual nunca te molestaste en demostrar merecer; porque se
escribe más en la soledad y serenidad del alma, es ahí donde se evoca lo que se
siente porque no se siente, donde se recrean los sentimientos; porque si para
sentir he de sentir esto, me rehúso entonces a sentir; porque ni la persona más
especial vale tanto daño; porque eres mi boleto a aprender a decir adiós;
porque necesito crecer y no puedo imaginarme un futuro así; porque un
«nosotros» incluso ese, el cual yo quiero, o aquel con tinte de amistad, solo
me lleva a un hoyo negro y de profundidad desconocida, decidí que no quiero más
cosas confusas, no quiero más negro, y el blanco no pareces poseerlo bien,
quiero colores, pero no aquel rojo que obtuve de ti, ese donde descubrí que
buscaba azul pero que no éramos lo suficientemente buenos para este color,
entonces nos convertimos, nos convertí en púrpura, qué color tan desdichado,
aprendí ahora que nunca lo debí elegir, nunca lo quise así y como buen rojo que
se convirtió en púrpura con solo un rastro de azul, te llevaste todo de mí,
dejándome seca, sin ganas, mostraste una belleza brutal pero efímera, teñiste
mi alma de fuego y ahora solo quedan cenizas que decidiste no barrer, tu
esplendidez sobrehumana, sí, confieso, la noté y la amé, pero luego me di
cuenta que no era mía, que podía verla también en tus palabras hacia cualquier
otra mujer, me diste nada, demandaste mucho, quitaste todo y solo te dedicaste
a destruir, mi alma y quizá el fondo de mi mente, ese donde estaban mis
aspiraciones y algunos deseos, que soñaba para mí, donde el nosotros los
alcanzó, cómo viéndome tan herida tienes la osadía de no querer dejarme ir, con
qué clase de egoísmo decidí tratar, a qué clase de ruina egoísta decidí amar,
renunció a lo que es nada, -para mí lo es todo- con todo mi orgullo por delante
dejo esa nada -todo- por buscar para mí y solo para mí, lo mejor, tomado una
decidí con egoísmo, siguiendo tu juego, para encontrar algo bueno, un rayo de
sol.
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